ICTUS Y DAÑO CEREBRAL ADQUIRIDO

El ictus o más comúnmente conocido como infarto cerebral o embolia, es una enfermedad cerebrovascular. Se produce cuando hay una rotura u obstrucción en un vaso sanguíneo reduciéndose el flujo de sangre que llega al cerebro.

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“Me dio una aguja, un ovillo de hilo, alguna tela con un dibujo de ella y me dijo que intentara coser el dibujo. […] Cogí el hilo con una mano, la aguja con otra, pero no entendía qué debía hacer con ellos. ¿Cómo debía enhebrar la aguja? Le di vueltas a ello, pero no tuve ni la más ligera idea de qué hacer con aquellas cosas. […] Había caído en una especie de estupor y no era capaz de asociar aquellos dos objetos en mi mente, era como si hubiera olvidado para qué existían.”
(Luria, Mundo perdido y recuperado. Historia de una lesión. 2010).


En esta semana celebramos el Día Internacional del Daño Cerebral Adquirido (26 de octubre), y el Día Mundial del Ictus (29 de octubre). El daño cerebral adquirido hace referencia a una lesión sobrevenida en un cerebro sano y que funciona correctamente. Las lesiones más frecuentes son los accidentes cerebrovasculares o ictus, traumatismos craneoencefálicos, tumores e infecciones.
Los ictus constituyen la segunda causa de muerte en el mundo en personas mayores de 55 años.
Un ictus se puede producir por la interrupción del flujo sanguíneo, debido una trombosis (un coágulo de sangre se forma en una arteria y la obstruye), o por una embolia (un coágulo de sangre entra en una arteria más pequeña y se produce la obstrucción). Más del 50% de los ictus se deben a trombosis. Por otra parte, este accidente cerebrovascular se puede deber a una hemorragia, como consecuencia de la rotura de arterias. Cuando estas lesiones ocurren en el hemisferio izquierdo, dan lugar a alteraciones en el lenguaje o afasias.
Identificar los factores de riesgo para sufrir un ictus es importante para prevenirlo. Son más frecuentes a partir de los 55 años, por causas genéticas o por enfermedades vasculares previas.
Hay factores que podemos modificar, a través del control médico y de los hábitos de vida, por ejemplo, algunas cardiopatías, hipertensión, colesterol, diabetes, obesidad y sedentarismo o consumo de sustancias tóxicas, como el alcohol y el tabaco. El pronóstico en estos casos depende de la edad de la persona, de ictus previos y el tamaño y lugar de la lesión. El 50% de
estos pacientes son dependientes para las actividades de la vida diaria.
Además del ictus, existen otros tipo de daño cerebral adquirido. Los traumatismos craneoencefálicos son la principal causa de muerte en menores de 45 años. Los accidentes de tráfico, caídas, accidentes laborales, prácticas deportivas y agresiones son las causas más frecuentes. Siguiendo a estos, la siguiente causa de afectación del funcionamiento correcto del
cerebro son los tumores y por último las infecciones, como la meningitis o el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA).
Todas estas lesiones requieren una intervención multidisciplinar por parte de psicólogos, logopedas, fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales, entre otros. Sin embargo, esto sigue siendo una asignatura pendiente, ya que, según datos de la Federación Española de Daño Cerebral (2012), una vez que pasan las primeras etapas de atención al paciente, la información, el asesoramiento y la intervención tanto con la persona afecta como con las familias no es la adecuada ni suficiente. A través de centros especializados se cubren algunas de estas necesidades, dotando al paciente y a las familias de las herramientas estrategias adecuadas para lograr la mayor autonomía posible.

Sobre la autora:

Asunción Navajas Santos.

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Logopeda. Col/29-1282

Máster ABA. Análisis aplicado de la conducta en autismo y otros trastornos del desarrollo.

Técnico educación infantil.

Actualmente cursando el Máster de Neuropsicología

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